Share Your Story: A Testimony on the Struggle for Equal Access in Air Travel

Suzy posing in a green field with a blue sky

Suzy posing in a green field with a blue sky

En un incidente perturbador, a Suzy Dahan Fahima, una mujer con sordoceguera, le denegaron el embarque de un vuelo de KLM únicamente debido a su discapacidad. A pesar de haber viajado de manera independiente por todo el mundo durante cuatro décadas, de repente se le impidió abordar por el piloto en el Aeropuerto Ben-Gurión de Tel Aviv. Su historia arroja luz sobre la discriminación que enfrentan las personas con sordoceguera, exponiendo cómo tales experiencias contradicen los principios defendidos por la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD), que lucha por la igualdad de derechos y libertades para todas las personas con discapacidades, incluidas las personas con sordoceguera.

“¿Después de 40 años de viajar independientemente sin problemas, de repente no se me permite volar?”, expresó Suzy, devastada por la experiencia. “Estoy furiosa y profundamente herida”. El incidente ha interrumpido su vida y ha provocado un profundo sentido de exclusión. “El sentimiento de que ya no puedo viajar de manera independiente literalmente me ha quitado mi libertad”, compartió.

Suzy nació con el síndrome de Usher, una condición genética que combina sordera y pérdida progresiva de visión. Como mujer sorda desde su nacimiento, llevó una vida plena e independiente, creando sus propios negocios con éxito, haciendo voluntariados y creando a su familia. A lo largo de su vida, superó barreras para vivir a su manera. “Siempre me he cuidado a mí misma y a los demás”, explicó. “Mi discapacidad nunca me ha definido ni me ha detenido”.

Esta no fue la primera vez que Suzy vuela desde que su visión empeoró, pero por razones nunca antes cuestionadas, el piloto la consideró una “responsabilidad”. Reflexiona sobre el momento, diciendo: “¡Qué insulto! Como si fuera un peligro por mi discapacidad”. Todo estaba organizado y la asistencia ya estaba dispuesta en ambos aeropuertos. Sin embargo, KLM le negó el embarque dos veces, haciéndola sentir impotente y devastada. “Me siento impotente y triste porque, aparentemente, ya no se me permite volar sin asistencia”, comparte.

Cuando un vuelo posterior de El Al finalmente la aceptó, Suzy se enteró de que incluso este acuerdo dependía de tener a un compañero de viaje, una acomodación hecha a través de arreglos de última hora que ella desconocía. Este descubrimiento fue aún más insultante. “Casi me caí de la silla de incredulidad”, dijo, dándose cuenta de que solo se le permitió volar debido a la “supervisión” de otra persona.

Reflexionando sobre su lucha de toda la vida por la independencia, Suzy expresa su frustración por ser obligada a depender de otros. “La idea de que dependa de los demás para viajar a Israel, cuando lo he hecho de forma independiente durante años, me entristece y me enfurece”, dijo. La discriminación que Suzy experimentó ejemplifica las barreras que las personas con discapacidad continúan enfrentando al acceder a derechos básicos.

Esta historia representa más que la experiencia de una sola persona; muestra un problema sistémico que afecta a muchas personas con discapacidad que se ven restringidas por políticas arbitrarias y prejuicios. Suzy ahora aboga por la creación de un sistema de “tarjeta verde”, que certifique su capacidad para viajar de manera independiente sin la interferencia de las aerolíneas. “Volar no es difícil para mí”, señaló. “Es solo cuestión de sentarse, esperar hasta que aterricemos y ser recogida por un asistente del aeropuerto. No es tan complicado”.

Su experiencia demuestra un fracaso en respetar la dignidad y autonomía de las personas con discapacidad, en clara violación de los principios de la CDPD. Como dice Suzy, “Esto es pura discriminación… Las aerolíneas deben ser accesibles para todos, independientemente de la discapacidad”.

La historia de Suzy es un llamado a la acción, no solo para ella, sino para todas las personas con discapacidad que se ven privadas de sus derechos básicos. Es un recordatorio poderoso de las barreras que enfrentan a diario, las luchas que sufren y los derechos que deben ser respetados. Ella espera que su testimonio conduzca a reformas que aseguren que las personas con discapacidad sean tratadas con el respeto, la dignidad y la igualdad que merecen, tal como se establece en la CDPD. “No quiero nada más que mejorar esta situación”, declara Suzy, exigiendo el fin de tales prácticas excluyentes.

La experiencia de Suzy nos insta a todos a confrontar estas injusticias y trabajar hacia un mundo donde todos, independientemente de sus capacidades, puedan vivir libremente y viajar con dignidad.

Agradecemos a Suzy por compartir su historia con nosotros. 

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